lunes, 14 de abril de 2008

«Vacas locas», se esfuma la inmunidad

N. RAMÍREZ DE CASTRO. B. MOLLEDA. MADRID/LEÓN.
España parecía blindada frente a esa peligrosa epidemia de «vacas locas» que empezaba a afectar al Reino Unido. Desde que se identificaron las primeras reses con encefalopatía espongiforme bovina en los años 80, no se había detectado en España ningún caso de transmisión humana. Aunque la lista de afectados crecía, poco a poco, en Gran Bretaña, Francia, Irlanda, Portugal o Estados Unidos. La enfermedad sí se había extendido con rapidez entre el ganado español y no parecía que el siguiente paso en la cadena fuera la población, como había ocurrido en otros países europeos. Hasta que en verano de 2005 se anunció la primera muerte: una joven madrileña de 26 años. María no había vivivido un tiempo significativo fuera de España, ni recibido transfusiones. Lo único que la relacionaba con la enfermedad era su gusto por las hamburguesas y su trabajo en un laboratorio de sanidad animal.
El Ministerio de Sanidad se apresuró a calificar su caso como un hecho «aislado». «No existe un problema de salud pública... Este caso no tendrá repercusión posterior», afirmó entonces la ministra Elena Salgado. También lo pensaban algunos expertos. Hasta que el lunes pasado, tres años después de la primera muerte, la Junta de Castilla y León anunció dos casos más en su territorio. Los dos en provincia de León. ¿Pura casualidad o una señal de que algo ha cambiado?
La aparición de estas dos nuevas víctimas, las primeras del año en todo el mundo, ha sido una sorpresa para los profesionales que más conocen esta extraña enfermedad. El primer sorprendido ha sido el neuropatólogo Alberto Rábano, presidente del Instituto de Investigación de la Fundación Hospital Alcorcón de Madrid. Su laboratorio identificó la primera víctima y ahora, tres años después, ha vuelto a encontrar los nuevos casos. Llevaban años viendo formas clásicas de la enfermedad de Creutzfeldt Jakob, pero no de la forma nueva, la relacionada con el consumo de reses enfermas.
Los síntomas de todas las formas de este trastorno neurodegenerativo sí son similares. La versión más habitual de Creutzfeldt Jakob suele afectar a personas de unos 60 años y se caracteriza por la pérdida de coordinación seguida de demencia. En ambas enfermedades se piensa que la causa es un prión, una proteína que normalmente es benigna pero que, al sufrir una alteración, se transforma en un poderoso agente infeccioso que lesiona el cerebro.

Casos ocultos
Aunque hay signos que pueden hacer sospechar de qué tipo de enfermedad se trata y pruebas en vivo útiles como la biopsia de la amígdala, el estudio «post mortem» del cerebro es el diagnóstico definitivo. En Alcorcón, como en otros centros de referencia, llevaban años estudiando cerebros con las formas clásicas sin encontrar más casos relacionados con las «vacas locas». «Pensábamos que el caso de Madrid podía ser el primero y el último».
Las nuevas víctimas no han hecho más que aumentar las dudas sobre esta extraña enfermedad. La primera es la posibilidad de que se estén escapando casos sin diagnosticar, camuflados como alguna de las versiones clásicas de Creutzfeldt Jakob o como alzheimer y otras demencias. Un dato para la sospecha es que la autopsia de los enfermos no es obligatoria. Esta prueba sólo se hace si la familia lo autoriza y no siempre sucede. Las autopsias realizadas no llegan al 60% de los casos sospechosos. En otros países, si hay síntomas que lo sugieren, la autopsia es obligatoria. «Sin un porcentaje de autopsias del 85-90%, no podemos descartar que no se nos escapen casos», asegura Rábano.
Juan José Badiola, presidente del Colegio de Veterinarios y el primero en diagnosticar los primeros casos de la enfermedad bovina en España, también duda. «Ese salto de 2005 a 2008, entre el primero y los últimos casos...Yo también me pregunto si no se han escapado más sin identificar». La primera muerte fue la confirmación de que España no estaba a salvo, de que había un riesgo real. «Después, sí esperaba más afectados. No digo que no sea posible que no los haya habido, pero me sorprende».
Las características de los dos nuevos afectados también inquieta. Un informático que trabajaba en «La Azucarera», una empresa que poco tiene que ver con el ganado, y una funcionaria de la Junta de Castilla y León. Ninguno de los fallecidos había estado en contacto con ganado, y sólo la mujer había viajado al país británico. Pero su estancia apenas duró diez días, como tantos españoles que han visitado al Reino Unido. El varón de 41 años no viajó, pero sí parece que comía sesos de vaca. Ambos estaban sanos hasta que empezaron los síntomas de lo que parecía alzhéimer, en el caso de la mujer y una depresión, en el varón.

Sin relación aparente
Dos casos sin relación aparente. Sólo hay dos datos que les unen y que pueden ser relevantes. Uno de ellos es su origen. «León es una zona del país con hábitos alimentarios muy peculiares, donde se comen muchas vísceras y éste es uno de los factores de riesgo. También pertenece a una de las comunidades donde más reses enfermas se han detectado», cuenta Badiola.
También tienen en común la edad. Ambos superan los 40. él tenía 41 años y ella 51. Sus años se alejan de los 27 años, la edad media de las 204 víctimas que se han diagnosticado en todo el mundo. Este cambio en el patrón sugiere que la enfermedad podría manifestarse de forma diferente por el consumo de reses nacionales enfermas.
Los expertos que han estudiado las circunstancias de María Arias, la primera víctima, asociaron su caso al consumo de carne procedente de Gran Bretaña. Existe una relación clara entre la proporción de carne exportada y la aparición de enfermos. El mayor número de víctimas humanas está en el Reino Unido (163 muertes), Francia (23) o Irlanda (4).
Ahora también se plantea la posibilidad de que puedan aparecer nuevas víctimas por consumir carne o vísceras de reses autóctonas contaminada. «Desde 2001, las medidas de control del ganado son tan estrictas que es casi imposible que entre en la cadena alimentaria carne contaminada. Hoy la garantía es total. El riesgo es haber comido tejidos infectados antes de esa fecha. La época más peligrosa fue la segunda mitad de los 90», argumenta Badiola. Si se tiene en cuenta los 8-10 años de periodo de incubación ahora es el momento de que afloren los casos.
ABC, Domingo 13_4_2008

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