domingo, 6 de abril de 2008

Inflación más paro, receta para la miseria

YOLANDA GÓMEZ. MADRID.
Sube la inflación, aumenta el paro y la actividad se desacelera a pasos agigantados. Los síntomas de que la enfermedad es grave están claros.
Arthur Okun, asesor económico de los presidentes americanos Kennedy y Johnson, nos legó varios índices, simples y sencillos, para tener una idea rápida de lo que está pasando a nuestro alrededor. Durante la presidencia de Nixon, ya en los años setenta, en un momento en que la estanflación (inflación sin crecimiento e incluso con recesión) se adueñó de Estados Unidos, Okun propuso con particular sentido del humo -como explica el expresidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, en su reciente libro- un índice de incomodidad o malestar, «discomfort index», luego rebautizado como índice de miseria, que definió como la suma de las tasas de desempleo y de inflación.
El malestar se asocia con un aumento de cualquiera de los dos componentes del índice, la inflación o el paro. Los economistas apuntan que en condiciones normales ambos indicadores se mueven poco o de forma opuesta. Lo excepcional es lo que ocurrió durante el mandato del presidente Nixon en Estados Unidos o lo que está ocurriendo ahora España, la inflación y el paro crecen a la vez, con lo que el «índice de miseria» sube.
Con una tasa de paro del 9% en febrero y una inflación del 4,4% en ese mismo mes, el citado indicador de malestar o miseria se situaría en 13,4 puntos. Estas cifras contrastarían con una inflación del 2,4% y un paro del 8,1% en febrero de 2007. Es decir, en un año el índice que mide la percepción que los ciudadanos tienen sobre la situación económica habría pasado de 10,5 a 13,4 puntos.
Y es que, según intuyó el economista demócrata, Arthur Okun, allá por los años setenta, la percepción popular es más aguda y rápida que la que los analistas y estadistas registran. Cuando la inflación sube, el poder de compra de los salarios o de las rentas en general se deteriora mucho más de lo que indican las series de ingresos reales, ya que los retrasos en los mecanismos de ajustes pueden ser de tal calibre que incluso los salarios indexados, es decir, protegidos con cláusulas de revisión salarial, pueden resultar una quimera.
Cuando la inflación sube, por tanto, la sensación de pérdida de calidad de vida se apodera de la mayoría de la población. E incluso la situación es más preocupante cuando lo que provoca el alza del IPC es el incremento de precios de los alimentos básicos, como está ocurriendo en estos momentos en España.

Suben los alimentos básicos
Cuando el pan sube un 10%, el pollo un 15%, la leche un 25% y el aceite de girasol un 40%, la compra diaria se encarece muy por encima de lo que refleja el IPC general y, desde luego, la repercusión sobre el conjunto de la sociedad es inmediata. Si a esto sumamos además el encarecimiento del petróleo, con sus consecuencias directas sobre los carburantes, y el conjunto del transporte, las calefacciones y un largo etcétera de productos energéticos, la situación se agrava más.
Porque, y en eso está todo el mundo de acuerdo, no es igual que suba el precio de un televisor, que se compra una vez cada cuatro o cinco años, y en algunos casos incluso plazos muchos largos, a que suban los alimentos que compramos cada día.
Por tanto la tasa de inflación, y en la situación actual todavía más, es un indicador primario y sencillo del nivel de confort o incomodidad en que nos movemos. Pero no es es único elemento, ya que los ingresos de los ciudadanos, en general, se moverán de forma inversa con la tasa de desempleo. Cuanto más bajo es el desempleo, en general, los ingresos salariales serán mayores.
Si los dos componentes suben a la vez, desempleo e inflación, existe una disfunción económica y el diagnóstico, apuntan economistas consultados, es claro: «la economía está yendo mal». Argumentan que una alta tasa de paro significa estancamiento económico, e inflación alta, normalmente asociada con buenos tiempos económicos, significa que los precios están subiendo mientras los ingresos bajan, «una receta para la miseria del consumidor».
Efectivamente, esta subida de inflación y paro se produce en un entorno de intensa desaceleración económica. Es cierto que hasta las previsiones más pesimistas auguran incrementos del PIB superiores al 2% para este año y el próximo, por lo que en nuestro país no se puede hablar de estancamiento, pero sí de profunda desaceleración. El aumento de la actividad pasaría de un 3,8% en el año 2007 a un 2,4% en 2008 y un 2,1% en 2009, según las estimaciones del Banco de España.
En este entorno, el desempleo proseguirá su tendencia al alza en los próximos meses, pero los analistas esperan que la inflación se modere ante la reducción del consumo. De momento, los indicadores de confianza de los consumidores reflejan ya su malestar.
ABC, Domingo 6_04_2008

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