lunes, 16 de junio de 2008

Jugarse la vida en un bocado

POR NURIA RAMÍREZ DE CASTRO. MADRID.
Haga la prueba y cuando vaya a un supermercado fíjese en las personas que miran con cuidado las etiquetas de los envases. Lo hacen con tanto esmero que casi parecen estudiárselas. No buscan su contenido calórico, sino su composición. La compra para los alérgicos a alimentos se convierte en una pesadilla que desgasta día a día a las familias. No es tan fácil como desterrar del menú lo que no se tolere. Lo difícil es huir de estos productos cuando se esconden en los ingredientes de los alimentos elaborados. Y más cuando lo que está en juego es muchas veces la vida de un ser querido.
Las reacciones por alergia a los alimentos puede causar desde problemas tan inocentes como un pequeño salpullido hasta un «shock anafiláctico», potencialmente fatal, si no se trata a tiempo. Esta reacción afecta a varios órganos a la vez, La piel, los bronquios, el aparato digestivo.... Actuar a tiempo es fundamental porque existe un antídoto muy eficaz, la adrenalina. Pegada a ella viven muchos alérgicos para neutralizar las reacciones más agresivas de su organismo.
Luchar contra la reacción
Los casos dramáticos, en los que no se llega a tiempo, son anecdóticos, sin embargo enseñan a tomar en serio una alergia alimentaria. Los alergólogos siempre tienen historias para no dormir. Como la del jugador de rugby, Ramiro de Loyola, que moría por una reacción a un marisco que se coló en su comida. O el de una niña de 12 años de Valencia, alérgica a los frutos secos, que no sobrevivió tras tomar una ensalada. A su plato le habían retirado los piñones que podían causarle daño, pero las hojas de su lechuga había estado en contacto con ellos. Sólo bastó esa cercanía para provocarle una reacción fatal.
«Lo más difícil de los alérgicos a los alimentos es que no hay una cantidad segura de producto que puedan tolerar. Reacciones muy graves se pueden producir con la presencia de trazas», explica Eulalia García, vicepresidenta de la Asociación Española de Padres y Niños con Alergia a los Alimentos (Aepnaa).
Desde esta asociación se mira casi con envidia a los celiacos, intolerantes al gluten, que no se juegan la vida en cada bocado.
El mejor «tratamiento» para estos alérgicos tan especiales es identificar el origen de su alergia y huir del alimento en cuestión. Si tienen mala suerte y sufren una reacción grave, sólo les queda recurrir a un autoinyector de adrenalina, o antihistamínicos cuando la reacción es menor. Ninguna de estas opciones cura a los pacientes, aunque les mantienen a salvo y sin molestias.
Aún no existen vacunas eficaces, como las que previenen las crisis de las alérgicos al polen o al pelo de los animales domésticos. Pero están en el horizonte. En Estados Unidos ya se prueba una vacuna contra la alergia del cacahuete. En España también se ensaya con una inmunoterapia sublingual para tratar la alergia al melocotón y la de avellana, «con muy buenos resultados», asegura Ernesto Enríquez, alergólogo del Hospital General de Castellón. En este centro, en colaboración con otros equipos del Instituto Universitario Dexeus y el Hospital Dr. Trueta de Gerona, se ha realizado el primer estudio con resultados satisfactorios para controlar las reacciones a la avellana . «Después de cuatro meses de tratamiento diario, logramos que los pacientes tratados adquirieran cierta tolerancia. No podían consumirlos sin control, pero sí hasta 20 gramos, entre 15 y 20 avellanas. Lo que necesitamos saber es si la tolerancia perdura a largo plazo».
El problema de contar con vacunas para cada alergeno es que muchos de los afectados tienen alergia a más de un alimento y no podrían recibir tantas vacunas. Por eso se trabaja en tratamientos que puedan dar una respuesta global.
Medicina china
Quizá la respuesta esté en la medicina tradicional china. La Agencia del Medicamento de Estados Unidos está a punto de autorizar un ensayo clínico para comprobar la eficacia de un preparado de siete hierbas utilizadas por la medicina china. Cinco dosis de este cóctel herbal pueden evitar la reacción al consumo de cacahuetes. Al menos en ratones y durante 14 semanas. Los experimentos con este preparado sólo se han hecho con modelos animales. Esta investigación se presentó en el Congreso de la Academia Europea de Alergología, celebrado esta semana en Barcelona. «En teoría, este preparado podría funcionar para otros tipos de alergia, aunque aún debe demostrarlo en próximos estudios», cuenta Enríquez.
Otras investigaciones también buscan una vacuna panalergénica, válida para numerosas alergias alimentarias. Sería útil para los alérgicos al pescado, a frutas de árboles de la familia de las rosáceas (manzanas, peras, melocotón, cerezas, ciruelas, albaricoques...), espárragos, repollo o frutos secos (avellana, nuez, cacahuete). El próximo mes de septiembre arranca el estudio que tiene como objetivo corregir la respuesta inmunológica a proteínas responsables de la alergia y que comparten varios alimentos. «Este tipo de vacunas podría cambiar el concepto actual: el contar con un suero específico para cada alergia», asegura Montserrat Fernández Rivas, alergóloga del Hospital Clínico y coordinadora del comité de alergias a los alimentos de la Sociedad Española de Alergología.
Para cualquiera de estas propuestas habrá que esperar todavía años. La alternativa con la que ya cuentan algunas familias con niños de alto riesgo es la desensibilización oral,una terapia de choque que consiste en «agotar al sistema inmune», indica Fernández Rivas. En el hospital, en un entorno controlado por si se produce una reacción, se les da a los niños dosis del alimento al que tienen alergia en cantidades pequeñas. Por ejemplo, si son alérgicos a la leche se les da diariamente de leche hasta que logran tolerarla. Si hay reacción, se trata y así hasta que logra tolerarla. «El problema es que si un día se saltan la toma del vaso de leche vuelven a ser alérgicos. Los resultados son muy buenos, alcanzan el 70-80% de éxito y a los niños les cambia la vida. Vuelven a tomar colacao leche, yogures normales...».
Chips en los supermercados
Para mejorar la calidad de vida de estos pacientes cada vez más numerosos no sólo debe avanzar la investigación farmacéutica.También puede ayudar la industria. Una de las pesadillas de las familias de los alérgicos es encontrar alimentos seguros. El listado de ingredientes no suele estar claro o es insuficiente, lo que sume a los pacientes en una continua inseguridad. Tampoco la letra ayuda, las etiquetas son muy pequeñas y los ingredientes resultan ilegibles. Para corregirlo, se quiere que los fabricantes incorporen un chip en la etiqueta del alimento que contenga una base de datos con todos los ingredientes.
De esta forma, los clientes pueden leer la composición en un dispositivo, como el que ya existe en los supermercados para ver el precio. Esta iniciativa está incluida en EuroPrevall, un proyecto europeo que busca mejorar los métodos de diagnóstico, determinar el impacto en la sociedad de las alergias a alimentos.
ABC, Sábado 14_6_2008

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