miércoles, 11 de junio de 2008

Comer más pastillas

SANTI SANTAMARIA
"Nunca hemos creído que los alimentos pudieran ser utilizados como fármacos o los fármacos como alimentos". Así de contundente se manifestaba José Ignacio de Arranz, de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESA), organismo dependiente del Ministerio de Sanidad y Consumo.
Constato un aumento de alimentos nutraceúticos, término formado por las palabras nutrición y farmacéutico. Dichos productos, a veces también denominados alimentos funcionales, se anuncian como complementos alimenticios, aunque la ley establece que ni en sus etiquetas ni en su publicidad pueden atribuirse propiedades preventivas, curativas o de tratamiento beneficiosas para la salud; sin embargo la AESA afirma que las ventas de estos productos de la industria farmacéutica ascienden a más de 1.500 millones de euros sólo en España. Eric Canela, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universitat de Barcelona, declaraba a la prensa que "hay mucha información contradictoria y demasiados intereses comerciales en los alimentos funcionales". Canela ha señalado el origen económico de algunas de nuestras deficiencias alimentarias: la purificación y separación de componentes, como en el caso de la harina blanca, más apta para su almacenamiento que la harina integral, que es, en cambio, más nutritiva; el empobrecimiento de los suelos por sobreexplotación, y la recolección de frutos antes de que maduren, lo que incide en su falta de sabor y vitaminas. Todo ello es en gran parte el resultado de nuestro consumismo compulsivo: lo queremos todo y ahora. Luego padecemos una obsesión enfermiza por la salud, y la hipocondría y la falta de educación alimentaria nos llevan a consumir alimentos funcionales.
Que comemos mal lo demuestra, entre otras cosas, la epidemia de obesidad en Occidente. Pero este problema no se ataja con pastillas u operaciones: hay que recordar a la mayoría de los obesos que lo son porque comen demasiado; menos cirugiobiótica y más sociología, menos juicios morales y más políticos. Nuestro drama social es que tenemos una alimentación diaria de tentempies y salir corriendo. Por otra parte, las grandes cadenas alimentarias organizan sus supermercados según el poder adquisitivo de sus clientes; a menos ingresos, menos productos frescos, de modo que los más pobres tienen más dificultades para seguir una dieta saludable. Pueden leer sobre el tema en un interesante libro de Raj Patel, Obesos y Famélicos, publicado por Los Libros del Lince.
Mientras tanto, desde la Universidad de Southampton se nos alerta de que la combinación de benzoato de sodio -E211, presente en refescos como Sprite, Fanta y Coke Zero- con ciertos colorantes puede provocar hiperactividad infantil (http://www.southampton.ac.uk/mediacentre/news/2007/sep/07_99.shtml). Pese a los consejos de los nuevos picassos del diseño de los sentidos, no creo que tengamos que tomarnos a juego las cosas de comer: es necesario saber cómo y qué comemos.

MAGAZINE, LA RAZÓN, 8 de junio de 2008

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