martes, 25 de diciembre de 2007

La economía de la media ración

Ernesto Villar
Madrid- Si usted es de los que aún no se ha dado cuenta de que la vida se ha puesto muy cara, haga la prueba del algodón. Acuda mañana a hacer la compra al súper de la esquina con un presupuesto en el bolsillo idéntico al de hace exactamente seis años. Descubrirá que por el mismo precio recibe la mitad del pan, la leche, los espaguetis o el suculento chuletón de buey que le dieron entonces, que la bolsa de naranjas es sensiblemente más pequeña y que la bandeja de tomates tiene tres o cuatro piezas menos. Ah, y que existen, quién lo iba a decir, las docenas de ocho huevos. Realmente, cuatro huevos, y mucho más, es lo que la cesta de la compra de los españoles se ha dejado por el camino por obra y gracia del euro y de la locura inflacionista de los últimos meses.
Las estadísticas no mienten. LA RAZÓN ha calculado la subida experimentada en estos seis años a partir de los precios suministrados por una conocida gran superficie, las asociaciones de consumidores y, sobre todo, la cesta de la compra tipo elaborada en 2002 por el anterior Gobierno, que el actual, por cierto, se guarda muy mucho de exhibir. Los datos son desalentadores. Inflación real o «percibida» En su conjunto, el carrito de la compra se ha encarecido en este tiempo un 27%, una cifra que es espectacular en los alimentos frescos (¡33,7%!) y algo más contenida en los envasados (20%). La guinda se la llevan las frutas, las verduras y algunos tipos de carne, así como productos como las anchoas, los espaguetis o el atún claro en aceite, que cuesta hoy un 111% más. Lo peor es que estas cifras no recogen el redondeo previo que hubo al pasar de la peseta al euro, que en algunos artículos fue especialmente sangrante, y que agranda aún más la diferencia. O las subidas anunciadas para enero en una buena gama de productos.
Después de semejante atraco, por cierto, ¿qué le cuesta a usted dejarle un euro de propina al camarero? Está claro que ni la teoría de la «europropina» del vicepresidente Solbes ni la «operación Conejo» emprendida por el Gobierno para evitar que el IPC se dispare esta Navidad han logrado desviar la atención de lo importante: que sufrimos una inflación de productos básicos impropia de un país como el nuestro. «Si se desagregara la cesta de la compra del resto de productos tendríamos algunos meses la inflación de países en vías de desarrollo, porque sólo el resto de artículos logran contenerla», afirma Fernando López Romano, de la asociación de consumidores Ceaccu. Y los clientes lo saben.
Esto explica, por ejemplo, que el ministro de Economía de turno tenga menos credibilidad cuando da los datos del IPC (el último, del 4,1%) que Magdalena Álvarez cuando habla de los plazos del AVE. Es lo que los expertos denominan «inflación percibida», y que Juan Iranzo, director general del Instituto de Estudios Económicos (IEE), explica de una forma que no puede ser más gráfica, citando, ni más ni menos, que a su suegro: «Cuando le digo que la inflación es del 4% me responde: ??Cómo se nota que no vas a la compra??». «La gente tiene la sensación de que la inflación es muy superior a la oficial porque lo que más ha subido son los productos de primera necesidad y de consumo diario, que generalmente paga con dinero, no con tarjeta. Se da cuenta de que se han encarecido la gasolina, el pan, la leche, la carne o el pescado, pero no percibe si le bajan la luz o el teléfono, o si compra una tele por la mitad de precio que hace diez años, porque es un gasto extraordinario que paga a plazos». ¿Puede traducirse esto en un freno del consumo? «Podría ocurrir, pero lo que sí está claro es que condiciona la revisión de las salarios, porque la presión para elevarlos es mayor», sentencia Iranzo. Por cierto, hay margen para ello: los sueldos han subido desde 2002 un 19%, ocho puntos menos que la compra.


LA RAZÓN, Domingo 23 de diciembre de 2007

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