miércoles, 29 de octubre de 2008

"Si no consigo vender algo para pagar el piso me meten en la cárcel"

DANIEL BORASTEROS - Madrid
Marcos, que no quiere decir ni su nombre propio, está sentado en una caja de embalaje. La mano derecha sujeta un cigarrillo, aunque está prohibido fumar. La izquierda reposa en una cadena de música de plástico, algo antigua, y un ordenador descascarillado. Hace cola para vender esas cosas, incluido el contenido del opaco envase rectangular, en una de las tiendas Cash Converters. Una cadena franquiciada que multiplica sus clientes, aunque no precisa cifras. Sobre todo, incrementan los que llegan con mercancía. "Han aumentado mucho y están desequilibrando las ventas", explica uno de los gerentes de las ocho tiendas que la cadena tiene en Madrid. Las casas de empeño, como el Monte de Piedad, otra opción de trocar objetos por dinero, han aumentado su volumen de negocio un 11,7% en los últimos meses.
"El negocio va bien por muchas cosas, pero sí es cierto que algo del incremento se debe a las hipotecas y a la crisis", concede Álex Perreguero, director de mercadotecnia de la cadena Cash Converters, con 45 tiendas en España. Perreguero, racional, señala, sin embargo, que cree que hay otros factores más importantes: "El cambio social en los últimos años". Las cuentas de Cash Converters se han disparado en los últimos tres años.
En la casa de empeño hay muchas personas. Más de una centena. Bastantes con aspecto de ser inmigrantes. "Si no vendo algo me voy a la cárcel", explica Manuel, que asegura que fue estafado por un primo suyo en Ecuador. Está en paro, "claro". Era obrero, "claro". "Tuve que vender hasta la furgoneta y las herramientas", se lamenta.
Las colas en las tiendas de compraventa llegan hasta la calle, pero aquí la gente no es tan locuaz con su economía íntima. La gente coge número y aguarda un proceso no demasiado rápido. Los vendedores deben dar su DNI y su nombre. Después proponer un pacto, regatear si viene al caso y después cerrar un contrato de venta. Aquí no hay posibilidad de recuperar la mercancía, que pasa al otro lado del pasillo, a la zona de venta.
"Dan poco, una mierda, pero no está la cosa para ir exigiendo, ¿no?", es una de las pocas frases que Marcos se permite. Tiene 23 años. Dice que trabaja "en lo que sale" y que vende las cosas por necesidad, pero que son objetos que "sobran en casa". Una mujer de unos cincuenta años niega, sin embargo, que su presencia en la tienda de Alcalá tenga que ver con una necesidad: "Es un aparato de cine casero que antes que tirarlo prefiero ver lo que me dan por él", dice asegurando que es la primera vez que visita el establecimiento. Después se contradice discutiendo con una amiga que la acompaña si la cola ha crecido en los últimos tiempos o no. Casi todos los que aguardan son españoles. Y poco comunicativos.
En la zona de Atocha la cola es más o menos igual. Pero sus componentes son más jóvenes. No hablan de crisis coyuntural. "Nosotros siempre estamos en crisis", se ríe Pablo, un estudiante que comparte piso con otros compañeros de clase. Lleva en la mano una bolsa con películas. "Ya no las voy a volver a ver", zanja.
La música y las películas tienen su público, pero la verdadera parte del león del negocio se la llevan los teléfonos móviles y la joyería. La zona dedicada a los relojes, por ejemplo, ocupa una vitrina cerrada, como es habitual en los comercios del ramo. Y hay varias personas merodeando. Pero a ninguna le apetece hablar. Uno de ellos compra un reloj después de mucho observarlo al trasluz. No parece un afectado por la crisis. "A nosotros también nos afecta la mala situación económica", explica el responsable de la tienda de Alcalá, "porque viene menos gente a llevarse cosas y más a dejarlas". "En época de vacas flacas no te compras una televisión porque sea más barata. Sencillamente, no te la compras", apuntilla Perreguero.
En tiempos de crisis otro segmento de negocio que ha aumentado muy significativamente es el de los remiendos. De ropa o de objetos de piel o plástico. "Octubre está siendo una locura", confirma el dependiente de una de estas pequeñas tiendas en el barrio de Ventas. Tanto, que uno de estos establecimientos, en San Sebastián de los Reyes, está dando plazos de espera de tres semanas para coser y parchear unos vaqueros... Y es que en Cash Converters no venden ropa.
EL PAÍS, Miércoles 28 de octubre de 2008
Imagen: El País

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