viernes, 26 de octubre de 2007

Estafas veraniegas en el falso paraíso

J. Brandoli MADRID
Más de 50 obreros, una máquina excavadora y el constante sonido de un martillo neumático son la recepción que encontraron dos madrileños, Francisco y María, en el hotel de lujo que habían contratado en Costa Rica. «Será sólo una pequeña obra de una parte del ‘‘resort’’», pensaron. Sin embargo, la realidad superó los peores presagios. Cien metros más abajo, descubrieron que el «spa» estaba cerrado y en obras, dos de los tres restaurantes a la carta se estaban reformando, sólo quedaba una piscina abierta y algunos de los alimentos en el desayuno se habían dejado de traer porque el hotel iba a cerrar siete días después de su llegada para acometer una profunda reforma. Había más obreros que turistas. Las vacaciones de lujo empezaban a estropearse. Lo certificaron el día que a las siete de la mañana los despertó el sonido de una excavadora. A la derecha, el océano Pacífico. A la izquierda, como si fuera una pesadilla, las obras de la M-30.

Vistas al mar, vistas a un muro

Otra reclamación parecida es la que presentaron José, Óscar y Cruz después de su viaje a Túnez. Contrataron una habitación triple con vistas al mar. Hotel cuatro estrellas con aire acondicionado y playa propia, les dijeron. Lo que encontraron fue una habitación doble con una cama supletoria de 80 centímetros, vistas a un muro de cemento, el aire acondicionado estropeado, con más de 30 grados de temperatura por la noche, y una playa compartida con toda la población de Monastir. «Estaba llena de gente, sucia y sin ningún lugar reservado», cuentan.
Éstos son sólo algunos ejemplos de las muchas quejas que se producen a la vuelta de las vacaciones. «Septiembre es el mes de las reclamaciones de los turistas», señala Enrique García, portavoz de la OCU. «En 2006, de las 249.513 quejas que recibimos, 8.964 estuvieron relacionadas con reclamaciones turísticas. La gran mayoría se produjeron tras el verano», explica. Lo primero que hay que hacer, explican las asociaciones de consumidores, es tener pruebas evidentes de qué es lo que se ha contratado. Hay dos pasos: antes del viaje y durante el viaje. «Antes: la publicidad es importante guardarla. Un folleto es suficiente para acudir a los tribunales a reclamar». El segundo paso es poder probar los fallos que durante la estancia han ocurrido. «Lo más fácil y efectivo aquí es grabar con videocámaras, o fotografiar, las situaciones o estancias que no se ajustan a lo pagado. Si el hotel es de peor categoría, si no reúne condiciones higiénicas, los transportes son inadecuados... Una imagen vale aquí más que mil palabras», aconsejan en la OCU. También es importante hacer la primera reclamación en el destino. «Nosotros intentamos poner una reclamación en el hotel, pero nos dijeron que en Costa Rica los hoteles no tenían hojas de reclamaciones», explican Francisco y María. «Esto es algo habitual en algunos países, pero el cliente debe forzar que de alguna manera quede constancia de su queja. Lo más factible es enviar un e-mail y pedir acuse de recibo», replican los expertos. Una vez superado el viaje, la reclamación hay que hacerla en la agencia con la que se ha contratado. La agencia dará traslado de la queja a la mayorista, que es la que tiene que decidir si accede a la petición del consumidor o la rechaza. Si no admiten la queja, empieza un largo camino de reclamaciones. «Lo mejor es intentar llegar a un acuerdo amistoso y exigir una cantidad económica en compensación, incluidos los daños morales», dice la OCU. Llegar hasta los tribunales puede convertirse en una odisea. «Puede pasar un año hasta que se dicte sentencia y los gastos pueden ser mayores que lo reclamado».


LA RAZÓN, Lunes 17 de septiembre de 2007

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