miércoles, 11 de agosto de 2010

Las bayas tibetanas, sin demostrar sus virtudes, cautivan al consumidor

ANA MACPHERSON Barcelona
¿No las has probado? ¿No las conoces? Son rojas, secas, no saben ni bien ni mal y van genial para dormir. Oye, son pura energía". Miles de personas han podido oír o leer en su Facebook este tipo de comentario en los últimos meses. Y si están más al día, quizá en los últimos dos años. Las bayas de Goji han superado todas las expectativas. La recomendación entre amigos ha recorrido Occidente y en España es el producto estrella de muchos supermercados de alimentación biológica. También en la charcutería de la esquina es posible llevarse un paquetito, a veces a granel, entre los 100 gramos de paté y los 300 del chopped.
Son el fruto de un arbusto que crece en el Himalaya a mucha altura, que no deben tocar manos humanas para que no pierdan su color y sus extensas propiedades, como regular el flujo de energía vital y fortalecer la mente, o aumentar la inmunidad y poner fin a los signos de envejecimiento, mejorar la vista, regular tanto el sueño como el apetito, cuidar los riñones y el hígado.
Las más prestigiadas llevan un sello de "Tibet Authentic" y las garantiza el Colegio de Médicos Tibetano, que, según se puede leer en internet, es una entidad socia de una las principales empresas dedicadas al alimento. "Los lamas tibetanos no las conocen, así que no sabemos quién las certifica", explica con calma Thubten Wangchen, director de la Casa del Tíbet en Barcelona. "Tampoco han sido nunca parte de la dieta del Dalái Lama". Lo mismo comentan viajeros habituales del Tíbet.
Allí no se ven, salvo en las tiendas chinas. "Vino gente aquí (a la Casa del Tíbet) a enseñarnos las bayas, incluso nos regalaron unos paquetes. Creo que tienen muchas vitaminas y no sé qué más. Los chinos han encontrado un buen negocio, parece. Y como lo chino no significa para muchos calidad, creo que dicen que provienen del Tíbet porque les parece que tiene más prestigio", razona Wangchen.
La OCU denunció a principios de verano exceso de pesticidas y metales pesados en algunas marcas y pidió a las autoridades sanitarias su retirada. "Es cierto que todas las analizadas eran chinas, pero están en el mercado igual que las tibetanas", comenta el responsable de comunicación de la OCU, Antonio Joya.
"Que no se dejen embaucar por un precio tan alto (cuestan 24 euros el kilo)", pide a los consumidores el representante de la OCU.
La Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN) decidió no actuar: "Con relación a los metales pesados, teniendo en cuenta que se presenta como producto desecado y de acuerdo con los límites establecidos en la legislación europea vigente, no se sobrepasan los valores permitidos. Con relación a los plaguicidas, se encuentran dentro de los límites legales, a excepción de una muestra que supera el límite establecido para un plaguicida en una centésima". Aclararon también en su respuesta que no existe ningún riesgo inmediato para la salud y, de paso, " que no existen evidencias científicas que avalen la publicidad sobre los efectos saludables".
"Nosotros supimos de ellas (de las bayas) y del problema de contaminación por preguntas de pacientes", reconoce la doctora Ana Alesón, secretaria de la sección de médicos naturistas del Col·legi de Metges de Barcelona. "Es un potente antioxidante, pero tampoco hay tantos estudios serios. Son en ese sentido como los arándanos y otros frutos rojos de nuestros bosques. Recomendamos que, si les gustan, opten, al menos, por las bayas de cultivo biológico".
Ese es otro problema. "No había manera de que te garantizaran nada sobre su origen y cultivo", admite Tomás Redondo, directivo de Natursoy, una de las principales empresas de alimentos biológicos de España. "Así que no las trajimos". En algún paquete hay algún aval biológico. En la mayoría, para sorpresa de los propios vendedores, nada.
¿Cómo explicar en la época del máximo control y de toda clase de garantías (las cremas anticelulíticas y los yogures anticolesterol tienen que demostrar que funcionan si quieren decirlo en su publicidad) que unos frutos rojos, secos, lejanos y sin garantías comprobables triunfen entre la población mejor informada?
Las bayas van adornadas de pureza, sencillez, origen natural, "La vida es cada vez más compleja, hay menos tiempo libre, no es sorprendente que nos atraiga algo que lo soluciona todo, que te promete beneficios. Además ,lo sabes por internet, no a través de los desprestigiados expertos y medios oficiales", reflexiona el filósofo Jordi Pigem. A su juicio, suman ambas corrientes: la del deseo de cosas cercanas, sin tecnología, sin intermediarios, puras, orientales, auténticas y la del actual desprestigio de los medios oficiales, "que abarca desde la gripe A hasta la justicia pasando por los los políticos. Por eso también la sociedad se apunta cada vez más al taichi, al yoga o a los alimentos naturales. Hace 20 años era impensable", recuerda Pigem."Cuando llevas dos años de crisis, el consumidor está deseoso de novedades", añade Carles Torrecilla, profesor de dirección de marketing de Esade. "Hasta entonces, todo eran lanzamientos y con la crisis se redujo el personal, los precios, los stocks y los nuevos productos. El consumidor había vivido en una espiral de innovación y estaba deseoso; terreno abonado".Y también lo explica lo que Torrecilla denomina marketing viral: "Hasta hace diez años sólo comunicaban con el consumidor las marcas y de manera masiva. La explosión de comunicación por internet multiplica cada consejo de amigo, el boca oreja y sin mediación, sin filtro alguno. La expansión tiene un impacto brutal". resume el experto.
LA VANGUARDIA, Jueves 12 de agosto de 2010
Imagen: La Vanguardia

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